Esta pobre chica ya no tiene secretos para él.
Tumbada con las nalgas expuestas sobre las rodillas de su azotador, esta pobre chica, sin saberlo, expone todos estos pequeños agujeros a la mirada perversa de su torturador cuyos dedos a veces se desvían. Cuando él termine con ella, ya no tendrá nada que ocultarle.